14 sept 2009

Testigo

Recién vuelvo de salir como testigo de actas para la policía. Estaba regresando a mi casa, caminando por Corrientes, cuando al pasar por Las Pelucas de Eduardo me para un tipo vehementemente, me muestra una chapa, me dice que es de la Policía y me consulta si tengo documentos y mi edad. Cuando le contesté que no tenía el DNI encima me preguntó si me acordaba el número, y ante mi respuesta afirmativa me dijo que iba a tener que salir de testigo para el operativo que estaban realizando. Al principio me asusté más que si me hubieran estado robando, pero cuando comprendí que todo era real (que los canas eran canas, el robo había existido y todo estaba en orden) empecé a disfrutar la situación y a sentirme en un capítulo de Starsky and Hutch.
Cuando entré al local me explicaron cómo había sido la situación: los chorros habían ido a robar a no sé dónde (o no lo recuerdo o no me lo dijeron), y mientras se escapaban tiraron dos pelucas con sus cajas, que habrían usado para realizar el delito. Las cajas de las pelucas eran, obviamente, de Las Pelucas de Eduardo, y otro pibe y yo teníamos que atestiguar que las dos cajas secuestradas habían salido, en efecto, de ese local. Habría, en total, seis o siete policías: todos estaban de civil y cada uno tenía un estilo definido y distinto del de los demás (el formal, el grasa, el casual), y al mismo tiempo tenían una pinta de cana impresionante. Cada uno llevaba encima al menos dos celulares.
En el interín (y cuando empecé a fijarme más en los detalles, sintiéndome más cómodo en la nueva situación), me enteré de que las casas de pelucas tienen probadores, vi a una vieja probándose pelucas, también vino una pendeja a comprar una peluca que fuera igual a su pelo natural (no entendí para que la quería, por ahí necesitaba una cabellera suplente), uno de los canas se puso a leer la Paparazzi que había en la mini sala de espera, conocí al mismísimo Eduardo (que, paradójicamente, tenía un pelo horrible y lleno de caspa) y hasta al hijo de Eduardo.
Desde que entré hasta que salí del local habrá pasado aproximadamente una hora: para el final, ya me había permitido intercambiar numerosos chistes con el personal policial, y luego de firmar el acta hubo una afectuosa despedida con cada uno de los efectivos. Solo faltó el "que se repita".

Edito: No eran policías sino detectives de la división Robos y Hurtos, y lo que estaban investigando era esto: Millonario golpe comando en el microcentro Lo sé porque dijeron que los chorros que buscaban se habían robado cinco palos, y ahora que leo que estaban disfrazados, todo cuadra... Últimamente estoy cada vez más cerca de noticias policiales de los diarios. Primero lo de la mina de Tribunales que mató al novio, ahora esto... Misterioso.

4 comentarios:

Dan dijo...

Estaba esperando que vuelvan este tipo de entradas a Dalegas!

Que experiencia venoso...

AnoNimo dijo...

si si vena, muy buen relato y experiencia, ahora... digame una cosa ¿ud se probo alguna peluca?

Kei dijo...

Yo salí de testigo el año pasado a los pocos días de hacer cumplido 19 años (cuando me preguntaron mi edad dudé un poco). Lo mio fue menos emocionante, unas minas vendiendo ropa en la calle (no se puede hacer). Al principio también me re cagué. En esas situaciones hay que decir que tenés 17 años y listo...

Todavía sigo pasando por ahí y las minas siguen vendiendo ropa...

Saludos!

PD: Ahora que contás esto confirmo mi teoría que siempre eligen para testigos a pendejos como nosotros...

Milio dijo...

Muy buena anécdota! Vale para un buen cuento